Este episodio se titula, “El Árbol se Extiende”

Tertuliano, el pastor de la Iglesia de Cartago en el norte de África, se dirigió a los incrédulos al comienzo del siglo 3, diciendo:

“Nosotros somos de ayer, y sin embargo ya llenamos sus ciudades, sus islas, sus campamentos, su palacio, senado y foro; les hemos dejado solamente sus templos.”

Esto presenta nuestro tema para este episodio; la expansión de la Fe en los primeros siglos.

Escribiendo a mediados del 2º siglo, Justino Mártir dice,

“no hay ninguna gente, griega o bárbara, o de cualquier otra raza, o de alguna otra denominación o modalidad que se pueda distinguir, sean ignorante de las artes o la agricultura, o si habitan en tiendas de campaña o deambulan en vagones cubiertos – entre los cuales oraciones y gracias no son ofrecidas en el nombre del crucificado Jesús, al Padre y Creador de todas las cosas”.

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Comentarios de otros primeros líderes de la Iglesia como Ireneo, Arnobius, y Orígenes nos llevan a la conclusión de que al final del 3er siglo el nombre de Cristo era conocido, venerado y perseguido en muchas provincias y ciudades del Imperio Romano. En uno de sus edictos, el Emperador Maximiano dijo que “casi todos” habían abandonado al culto de los antiguos dioses por la nueva secta llamada Cristianismo.

Al no tener cifras concretas, el conteo del número de los seguidores de Jesús no puede ser preciso, pero una suposición razonable de los fieles nos dice que representa alrededor de 10% al 12% de la población total a comienzos del siglo 4º. En algunos lugares, el número era mucho mayor con movimientos locales que vieron al Evangelio tomar firmes raíces en esas zonas. Según Crisóstomo, la población cristiana de la ciudad de Antioquía al final del siglo 4º. es la mitad de la población.

Mientras que el 10% de todo el Imperio puede no parecer que un número impresionante, tengamos en cuenta que este 10% comparte una unidad espiritual que los hacia parecer un grupo mucho más grande cuando se comparaba al sumamente fragmentado 90% del mundo pagano.

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Mirando atrás hacia Asia, donde todo comenzó, los Apóstoles extendieron la nueva fe en Israel, Siria y Asia Menor. Según Plinio el Joven, en el comienzo del 2º siglo, los templos paganos de Asia Menor estaban casi completamente descuidados y apenas tenían suficientes seguidores para realizar los sacrificios de animales, porque muchos de los paganos se habían convertido a la nueva fe.

En un primer paso de lo que fue una gran expansión hacia el oriente, durante el 2º siglo el cristianismo tomo raíz en la ciudad de Edesa en Mesopotamia y en varias regiones de Persia. En el siglo 3a., su alcance se extendió hacia el norte a Armenia y en el sur entrando en Arabia.

Hay una leyenda perdurable que los apóstoles Tomás y Bartolomé llevaron el Evangelio a la India. Sin duda, un maestro cristiano llamado Pantaeus de Alejandría fue cerca del año 190 d.C.. Para el siglo 4o, había vibrantes iglesias nacionales creciendo en el subcontinente.

Fue el traslado de la sede de poder de Roma a Constantinopla a principios del siglo 4º, que ayudó a asegurar la migración de la fe hacia el este. También significó que todos los primeros Concilios importantes de la Iglesia se celebraron en o alrededor de Constantinopla. Las grandes controversias doctrinales sobre la trinidad y la naturaleza de Cristo se realizaron principalmente en Asia Menor, Siria y Egipto.

Hablando de Egipto, el Cristianismo en África hecho las primeras raíces profundas, durante el tiempo de los Apóstoles. La ciudad de Alejandría era un centro mundial del aprendizaje y cultura. Sus bibliotecas y escuelas atraían a personas de todo el mundo y muchos judíos la llamaban su hogar. Fue en Alejandría que la Biblia Hebrea fue traducido al griego, 200 años antes de Jesucristo. La Biblia griego, se llama la Septuaginta, y por primera vez abrió las ideas aparentemente opacas de los judíos a los Gentiles, buscadores de verdad. Fue en Alejandría que la religión de Moisés estaba situada junto a la filosofía de Platón y Aristóteles. Fue allí donde el filósofo judío Philo procuró armonizar el pensamiento griego y judío. Muchas de sus ideas fueron tomadas por futuros apologistas cristianos en la defensa de la fe contra las ideas erróneas Romanas.

La antigua tradición dice que fue Marcos que puso los fundamentos de la iglesia de Alejandría, que se convirtió en una de las 5 más importantes e influyentes iglesias de los primeros siglos. Una escuela teológica floreció en Alejandría desde el 2º siglo y en ella enseñaban los grandes Padres de la iglesia, Clemente y Orígenes. Desde Alejandría, el Evangelio se difundió hacia el sur a Nubia (hoy es Sudán) y Etiopía. En un concilio de Alejandría en el año 235 d.C., 20 Obispos africanos asistieron de todas partes de la cuenca del Nilo.

Durante el 4º siglo, en un tema que vamos a tratar con más detalle en un episodio posterior, Egipto nos dio la herejía Arriana, y después rápidamente contesto con la ortodoxia de Atanasio. Egipto fue la cuna del monasticismo practicado por sus primeros defensores, Antonio & Pacomio. El monacato se extendió luego al resto del mundo Cristiano. Pero eso es otro tema para un par de episodios posteriores.

El cristianismo se difundió desde Egipto a lo largo del resto del Norte de África rápidamente. También ayudo que había numerosas fortalezas Romanas que estaban a 3 o 4 días de navegando desde Italia. La fe se extendió rápidamente a través de los fértiles campos y las ardientes arenas de Mauritania y Númida, tomando raíz en Cartago. En el año 258, un sínodo de 87 Obispos se reunieron allí, y sólo 50 años más tarde los Donatistas tuvieron un consejo con 270 obispos.

Puede ser de interés para algunos de nuestros oyentes que la mas antigua traducción Latina de la Biblia, llamado el “Itala”  que fue la base de la “Vulgata” de Jerónimo, fue producida en África para los Africanos, no en Roma, para los Romanos, porque los Cristianos en Roma utilizaban el lenguaje griego. La teología Latina no nacio en Roma, pero en Cartago. Tertuliano fue su padre. La teología Latina creció en el norte de África para encontrar su culminacion en el mundo de Agustín de Hipona, otra ciudad del norte de África. La influencia de Agustín simplemente no puede ser exagerada, como veremos.

Después de llegar a Egipto, Nubia, Etiopía y una estrecha franja del norte de África, la expansión de la fe se estanco. No sabemos si se pudiera haber renovado su alcance más al Sur, porque esto se convierte en irrelevante a la luz de la conquista del Islam en el los siglos 7º y 8º d.C.

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Siguiendo la expansión de la fe hacia Europa, encontramos en el informe sobre la primera Iglesia del historiador Eusebio, quien nos informa que a mediados del 3º siglo en la Iglesia en Roma había un obispo, 46 ancianos, 7 diáconos con 7 asistentes, 42 acólitos que podemos considerar  que estaban haciendo como un “internado”, 50 lectores, exorcistas, y ujieres; y 1500 viudas y pobres que estaban bajo su cuidado. A partir de estos números podemos argumentar que la membresía real de la Iglesia era como 50.000 personas ó 1/20 de la población de la ciudad. La fuerza del Cristianismo en Roma es confirmada por el enorme tamaño de las catacumbas donde los cristianos eran enterrados.

Desde Roma, la iglesia se extendió a todas las ciudades de Italia. El primer Sínodo Romano que conocemos se celebró a mediados del 2º siglo y tuvo 12 obispos presentes. Un siglo más tarde hubo 60.

La persecución oficial de los seguidores de Cristo en Galia en el año 177 d.C. nos muestra que la iglesia ya existía allí y era lo suficientemente grande para como elevar la preocupación de las autoridades. La fe llegó a la Galia, no desde Roma, sino de Asia Menor. Sabemos que  Ireneo, el obispo de Lyon, fue un discípulo de Policarpo de Esmirna y Ireneo le mandaba reportes a sus contemporáneos en Asia Menor en lugar de Roma. No fue hasta la mitad del 3º siglo que Roma envió misioneros a Galia. Uno de ellos fue Dionisio, quien fundó la primera iglesia en París, y luego murió como mártir en Montmartre para convertirse en uno de los santos patrones de Francia.

España probablemente fue alcanzada por la fe Cristiana en el 2º siglo. El Concilio de Elvira en el año 306  d.C. vio 19 obispos reunirse para reportarse y discutir la labor en sus diversas provincias. El apóstol Pablo una vez formo un plan de un viaje misionero a España, y según Clemente de Roma el pudo predicar allí.

Irenaeus nos reporta que el Evangelio había sido predicado a los Alemanes y varias otras tribus del Norte, pero él probablemente hablaba sólo de aquellas porciones del Norte de Europa que estaban bajo el control de Roma.

Aunque es un misterio,  porqué Tertuliano, que era del Norte Africano, lo sabe, el nos dice que la fe había echado raíces en Gran Bretaña a finales del 2 siglo d.C.. Como veremos en un episodio posterior, la Iglesia Céltica existía en Inglaterra, Irlanda y Escocia, bastante independiente de Roma, mucho antes de la conversión de los Anglosajones por el misionero Romano Agustín. De hecho, esa temprana Iglesia Céltica envió misioneros a Alemania, Francia y los Países Bajos antes de los viajes misioneros de Italia. A mediados del siglo 8º, el venerable Bede nos informa que aproximadamente en el año 167 d.C. el Rey Británico Lucius, solicitó al Obispo de Roma que le enviara misioneros. Fue entonces, en el Concilio de Arles en 314 d.C., que los obispos Británicos de York, Londres y Colchester, estuvieron presentes.

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Este es un buen lugar para hablar sobre la expansión de la fe hacia el Oriente, pero ese tema es enorme, y de gran importancia, y muchas veces pasado por alto en el estudio de la historia de la Iglesia, así que vamos a guardar  ese tema para más tarde. Baste por ahora – pero como muchos estudiantes de la historia saben, el Imperio Romano se estancaron en el Oriente, primero por los Partos, y después por sus sucesores, los Sasánidas.

Los Sasánidas felizmente aplicaban el principio de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Y esto significo que desde finales del siglo 2 y a través del 3o, cuando los cristianos eran perseguidos en el Imperio Romano, fueron bienvenidos en el Oriente por los Sasánidas. La iglesia se planto y creció rápidamente en toda Mesopotamia y Persia en lo que hoy conocemos como Irán. Algunos de los mayores logros culturales de la fe Cristina durante el 3er siglo fue en esta iglesia Persa. Pero cuando Constantino se convirtió al Cristianismo y a la Iglesia se movio a una posición con el favor político del Occidente Romano, pueden adivinar lo que esto significo para la Iglesia en las regiones controladas por los Sasánidas. Aún así, esta iglesia Oriental desarrollado su propia cultura y, en lugar de retroceder hacia el Oeste para unirse a la iglesia del mundo Bizantino-Romano, la persecución los empujo aún más al Este, hasta llegar  a China.

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Terminemos este episodio con un vistazo a Justino Mártir a quien citamos al comienzo de este episodio.

Justino nació en la antigua ciudad de Siquén en el centro de Israel. Pero cuando el nació en el año 100 d.C., era una ciudad romana llamada Flavia Neapolis = Nuevo Flavioburgo. Criado por padres paganos, buscó el significado de la vida en las principales filosofías de su día. Pero su búsqueda de la verdad resultó en nada más que una serie de amargas decepciones.

Justin era demasiado inteligente para tragarse los razonamientos superficiales y las inconsistencias lógicas del pensamiento pagano. En las áreas de religión o filosofía, su intelecto agudo corto a través de la insensatez que fue la característica de la cosmovisión pagana.

Su primer maestro fue un Estoico, que “no sabía nada de Dios y no pensaba que el  conocimiento de él era necesario.” Después de eso Justinio siguió a un filósofo itinerante, que estaba más interesado en colectar sus cuotas que en la búsqueda de la verdad. El siguiente fue un filosofo Pitagórico, pero su trayectoria a través de la música, astronomía, y geometría fue demasiado lento para la mente voraz de Justino. Por último, se aplicó al Platonismo que era más intelectualmente exigente, pero demostró una vez más tener demasiadas inconsistencias.

Entonces, cuando tenia aproximadamente 30 años, después de una larga conversación con un anciano, la vida de Justino fue transformada. Él dice, “de repente se encendió un fuego en mi alma. Me enamore de los profetas y estos hombres que habían amado a Cristo; reflexioné sobre todas sus palabras y encontré que solamente esta filosofía era cierta y útil para la vida. Esta es la razón de cómo y por qué me convertí en un filósofo. Y mi deseo es que todos nos sintamos de la misma manera.”

Justin estaba decidido a reconciliar la fe y la razón. Su trabajo lo llevó primero a Éfeso en el año 132 d.C., donde tuvo un debate con un Judío llamado Trifón acerca de la forma correcta de interpretar las Escrituras. El libro que salió de este debate está acertadamente titulado, el Diálogo con Trifón y enseña 3 puntos principales:

1) El Antiguo Pacto ha pasado para darle lugar al Nuevo;

2) El Logos es el Dios del Antiguo Testamento; Y →

3) Los creyentes en Cristo, constituyen un Nuevo Israel; es decir, el nuevo pueblo del pacto de Dios.

Justin luego se trasladó a Roma, donde fundó una escuela, y escribió 2 fuertes Apologías = Apologéticas, defensas formales de la fe, para ser leídas por funcionarios paganos persiguiendo a los Cristianos. Pensemos en una Apología como un informe jurídico.

La primera Apología de Justino fue publicada en el año 155 d.C. y fue dirigida al Emperador Antonino Pío. Fue un intento de explicar la fe, que como vimos en un episodio anterior era tan incomprensible por los no creyentes de aquel tiempo. Justino demostró cómo el Cristianismo no era una amenaza para el estado y debia ser tratada como una religión legal.

Él razonó con el Emperador que los Cristianos eran sus “mejores colaboradores y aliados en asegurar el buen orden, convencidos como estamos de que ningún hombre malvado … puede ocultarse de Dios, y que todo el mundo va al castigo eterno o la salvación de acuerdo con el carácter de sus acciones.” El hizo un caso elocuente de por qué el Cristianismo era superior al paganismo, que Cristo había cumplido la profecía, y que el paganismo era en realidad una mala imitación de la verdadera religión.

La Primera Apología de Justino se ha convertido en un importante registro para estudiantes de la historia porque en el nos da una descripción detallada de los primero cultos cristianos que uso para demostrar a los incrédulos que la fe no era algún tipo de movimiento subversivo. El más famoso pasaje es este:

En el día llamado Domingo hay una reunión donde juntamos en el mismo lugar a todos los que viven en una determinada ciudad o distrito rural. Las cartas de los Apóstoles o los escritos de los profetas son leídos, mientras el tiempo lo permita. Luego, cuando el lector termina, el presidente en un discurso amonesta y exhorta a la imitación de estas cosas buenas. A continuación, todos nos ponemos de pie y hacemos oraciones.

Cuando terminamos nuestras oraciones, el pan es presentado y vino y agua. El presidente de la misma manera envía oraciones y da gracias, según su habilidad, y la gente canta en respuesta, diciendo el “Amén”. La distribución y participación de los elementos, de los cuales se ha dado gracias, se da a cada persona, y para aquellos que no están presentes se les envía por los diáconos.

Aquellos que tienen los medios y están dispuestos, cada uno según su propia elección, da lo que quiere, y lo recaudado se deposita con el presidente. Esto provee para los huérfanos y las viudas, los que se encuentran en necesidad a causa de una enfermedad o algún otro motivo, los que están presos, y los extranjeros que están pasando por la ciudad, en una palabra, el se convierte en el protector de todos los que están en necesidad.

La Segunda Apología de Justino fue escrita poco después de que Marcus Aurelius se convirtiera en Emperador en el año 161 d.C. En lo que escribió, Justino mostró que la fe Cristiana solamente era genuinamente racional. Dijo que el Logos; que era un importante concepto filosófico del tiempo, se había encarnado para enseñar a la humanidad la verdad y para redimir al pueblo del engaño espiritual. Desde Marcus Aurelius fue un verdadero emperador filósofo, Justino buscó apelar a su amor de verdad con esta Segunda Apología.

Pero el emperador estaba más enamorado del pensamiento griego que las innovaciones  inventivas de los Cristianos. Cuatro años después de haber escrito la Segunda Apología, Justino y sus discípulos fueron arrestados. El prefecto le pidió que denunciara su fe haciendo un sacrificio a los dioses. Justino respondió, “Nadie que tiene una mente sana, se convierte de una verdadera creencia a una falsa.” fue una respuesta fácil para Justino porque él había dedicado toda su vida adulta para discernir lo verdadero de los falso.

Lo sacaron del auditorio y lo decapitaron. Desde que él había dado su vida por la “verdadera filosofía”, Justino fue honrado con el apellido Mártir.