El título de este episodio es “¡Que lio tenemos ahora!”

Como lo hemos hecho antes, es tiempo de repasar lo que ha estado pasando y revisar el material que ya hemos cubierto para poder lanzarnos a la siguiente etapa de nuestro viaje en la Historia de la Iglesia.

Los misioneros Anglosajones a Alemania habían recibido el apoyo de Carlos Martel, fundador de la Dinastía Carolingia. Martel apoyó estas misiones debido a su deseo de expandir su gobierno hacia el este hacia Baviera. El Papa estaba agradecido por su apoyo, y por la victoria de Carlos sobre los musulmanes en la Batalla de Tours. Pero Martel cayo del favor papal cuando confiscó tierras de la Iglesia. Al principio, la Iglesia consintió en que tomara bienes para producir ingresos para evitar la amenaza musulmana. Pero una vez que esa amenaza llego a su conclusion, se negó a devolver las tierras. Para hacer que las cosas se volvieran peores, Martel ignoró la solicitud de ayuda del Papa contra los Lombardos que estaban tomando el control de una buena parte de Italia. Martel negó la asistencia porque en ese momento los Lombardos eran sus aliados. Pero una nueva era comenzó con el reinado del heredero de Martel, Pipino o como es más conocido, Pipino III.

Pipino fue criado en el monasterio de St. Denis cerca de París. Él y su hermano fueron ayudados por el líder de la iglesia Bonifacio para llevar a cabo una reforma importante de la iglesia Franca. Estas reformas del clero y la organización eclesiástica provocaron una renovación de la vida religiosa e intelectual y hicieron posible el renacimiento educativo asociado con el más grande de los gobernantes Carolingios, Carlomagno y su Renacimiento.

En el año 751, Pipino persuadió al Papa Zacarías para permitir que Bonifacio lo ungiera, Rey de los Francos, suplantando la dinastía Merovingia. Luego, otro paso importante en la relacion iglesia-Estado pasó con el Papa Esteban II pidiendole ayuda a Pipíno contra los Lombardos. El Papa puso a Roma bajo la protección de Pipíno y lo reconoció a él y a sus hijos como “Protectores de los Romanos“.

Como hemos visto recientemente, toda esta alianza Iglesia-Estado llegó a una culminación importante con la coronación de Carlomagno como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en el año 800 d.C. Durante algún tiempo los Papas en Roma habían estado buscando una manera de aflojar sus lazos con el Imperio Oriental y Constantinopla. Algunos acontecimientos religiosos en el Oriente brindaron a los Papas la oportunidad de liberarse por fin. La Polémica Iconoclasta que domino los asuntos Orientales dio a los Papas una cosa más con la que expresar su descontento. Echaremos un vistazo más de cerca a la controversia más adelante. Por ahora, es suficiente decir que el Emperador Oriental León III prohibió el uso de iconos como imágenes de devoción religiosa en el año 726 d.C. Los partidarios de los iconos finalmente prevalecieron, pero sólo después de un siglo de amarga y a veces violenta disputas. El Papa Gregorio II rechazó el edicto de Leon que prohibía los iconos y hizo muy vocal su falta de respeto por la autoridad del Emperador. La pomposa y feroz carta de Gregorio al Emperador fue larga y sin apoyo, pero muy dramática en su rechazo de la intromisión de los gobernantes seculares en los asuntos de la Iglesia. El Papa Gregorio escribió: “¡Escucha! Los dogmas no son asunto de los emperadores, sino de los pontífices”.

El reinado de lo que Occidente consideraba una dinastía herética en el Oriente le dio al Papa la excusa que necesitaba para separarse del Oriente y encontrar un nuevo protector, que era devoto y ortodoxo. La alianza entre el papado y los Carolingios representa la culminación de esa búsqueda, y abrió un nuevo y trascendental capítulo en la historia del Cristianismo Medieval Europeo.

En respuesta al llamado del Papa Esteban de ayuda en contra de los Lombardos, Pipíno recuperó los territorios de la Iglesia en Italia y se los entregó al Papa, una acción conocida como la “Donación de Pipíno“. Esto confirmó la situación jurídica de los Estados Pontificios.

Casi al mismo tiempo, la reivindicación del Papa del gobierno de Italia y la independencia del Imperio Romano Oriental se vio reforzada por la aparición de una de las grandes falsificaciones de la Edad Media, la Donación de Constantino. Este documento falso afirmaba que Constantino el Grande le había dado a Roma y la parte occidental del Imperio al obispo de Roma cuando trasladó la capital del imperio al Oriente. La donación no se expuso como una falsificación hasta el siglo 15.

El acto final en el intento de los papas de liberarse de Constantinopla se produjo el día de Navidad del año 800, cuando el Papa León III revivió el Imperio en el Occidente al coronar a Carlomagno como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Fue algo bastante chistoso, como decía un comentarista: el Sacro Imperio Romano Germánico no era ni Santo, ni Romano, y apenas se le podia llamar un Imperio.

El erudito principal de Carlomagno era el Británico Alcuino, que había sido maestro de la escuela catedralicia en York. Fue cortejado por Carlomagno para hacer su capital en Aquisgrán en la frontera entre Francia y Alemania, el nuevo centro de la educación y escolaridad de Europa. Alcuin hizo precisamente eso. Si la escuela de Aquisgrán no planto las semillas que más tarde florecerían en el Renacimiento, ciertamente preparó el suelo para que floreciera.

Alcuino influyó profundamente en la dirección intelectual, cultural y religiosa del Imperio Carolingio, como revelan las 300 cartas que el escribió. Su influencia se ve mejor en los manuscritos de la escuela en Tours, donde más tarde se convirtió en abad. Su influencia también se demuestra en sus escritos educativos, la revisión del texto bíblico, los comentarios y la finalización de su versión de la liturgia de la Iglesia. Normalizó la ortografía y la escritura, reformó la práctica misionera y contribuyó a la organización de las regulaciones de la iglesia. Alcuino fue el principal teólogo en la lucha contra la herejía del Adopcionismo. Los adopcionistas dijeron que Jesús era simplemente un ser humano que Dios adoptó y HIZO un Hijo. Alcuino fue un firme defensor de la ortodoxia cristiana y la autoridad de la Iglesia, la preeminencia del Obispo Romano y de la posición sagrada de Carlomagno como Emperador. Murió en el año 804.

El momento en el que Alcuino vivió ciertamente necesitaba las reformas que trajo y fue el agente perfecto para traerlas. Desde la escuela del palacio de Aquisgrán, una generación de sus estudiantes salieron a dirigir las escuelas monasticas y catedralicias a través de la tierra. A pesar de que el Imperio de Carlomagno apenas sobrevivió a su fundador, el resurgimiento de la educación y la religión asociados con él y Alcuino iluminó la cultura Europea durante el período sombrío y caótico que le siguió. Este Renacimiento Carolingio se enfoco en los clásicos de la antigüedad y la primera iglesia Cristiania para sus modelos. El problema era que sólo había un erudito occidental que todavía conocía el griego, el irlandés John Scotus Erigena. Aun así, los manuscritos producidos durante esta época forman la base de la que los historiadores modernos obtienen una imagen del pasado. Fueron estos textos clásicos, traducidos del Griego al Latín los que alimentaron el Renacimiento Europeo posterior.

El vigor intelectual estimulado por el Renacimiento Carolingio y el dinamismo político del Imperio revivido estimularon nuevas actividades teologícas. Se debatió sobre el continuo problema Iconoclasta en el Oriente. El antagonismo político entre los emperadores Orientales y Carolingios condujo a un ataque por teólogos en el Occidente sobre las prácticas y creencias de la Iglesia Ortodoxa en el Este. Estas obras polémicas sobre los ‘Errores de los Griegos’ florecieron durante el siglo 9 como resultado del Cisma de Focio.

En el año 858, el Emperador Bizantino Miguel III depuso al Patriarca Ignacio I de Constantinopla, sustituyéndolo por un erudito laico llamado Focio I, también conocido como Focio el Grande. El ahora depuesto Ignacio hizo un llamamiento al Papa Nicolás I para que lo restaurara, mientras que Focio le pidió al Papa que reconociera su nombramiento. El Papa ordenó la restauración de Ignacio y las relaciones entre el Oriente y Occidente se hundieron aún más. El drama terminó en el año 867 cuando el Papa Nicolás murió y Focio fue depuesto.

Los teólogos Latinos también criticaron a la iglesia Oriental por su método diferente para decidir la fecha de la Pascua, la diferencia en la forma en que el clero se cortaba el pelo y el celibato de los sacerdotes. La Iglesia Oriental permitia que los sacerdotes se casaran mientras exigía que los monjes fueran célibes, mientras que la Iglesia occidental requería el celibato de ambos.

Otro debate doctrinal importante fue la controversia sobre la Clausula Filioque que tocamos brevemente en un episodio anterior.

El punto es que la Controversia se enfoco de la redacción del Credo de Nicea en relacion con el Espíritu Santo. El Credo original decía que el Espíritu Santo procedía del Padre. Un poco más tarde, la Iglesia Occidental alteró un poco la redacción para afirmar la igualdad del Hijo de Dios con el Padre. Así que dijeron que el Espíritu procedía tanto del Padre como del Hijo. Filioque es Latín para “y el Hijo” dandole así el nombre de a la controversia. La Iglesia Oriental vio esta adición como una peligrosa manipulación del Credo y se negó a aceptarla mientras que la cláusula filioque se convirtió en una parte estándar de lo que se consideraba doctrina normativa en el Occidente.

Otra discusión importante surgió sobre la cuestión de la predestinación. Un monje Carolingio llamado Gottschalk, que estudió la teología de Agustín cuidadosamente, fue el primero en enseñar “doble predestinación”; la creencia de que algunas personas están predestinadas a la salvación, mientras que otras están predestinadas a la condenación. Fue juzgado y condenado por sus opiniones por 2 sínodos y finalmente encarcelado por el Arzobispo de Rheims. Gottschalk murió 20 años después, manteniendo sus puntos de vista hasta el final.

La otra cuestión teológica importante de la era Carolingia era en referencia a la Cena del Señor. El influyente Abad de Corbie escribió un tratado titulado Sobre el Cuerpo y la Sangre del Señor. Esta fue la primera declaración clara de una doctrina de la “presencia real” del cuerpo y la sangre de Cristo en los elementos de la Comunión, más tarde llamada la doctrina de la “transubstanciación”, una cuestión que se convertirá en un punto candente en el debate entre la Iglesia Romana y los Reformadores.

Las reformas del Rey Pipíno y del Papa Bonifacio centraron su atención en los sacerdotes. Estaba claro para todos que el clero debería llevar vidas más allá del reproche. Que sínodo después de sínodo durante los 6º, 7º y 8º siglos tuvieron que hacerlo una cuestión tan importante demostró la necesidad de reforma. Entre las violaciones advertidas se encuentran el rechazo del celibato, la gula, la embriaguez, las relaciones obscenas con las mujeres, la caza, el porte de armas y frecuentar las tabernas.

Los desarrollos monásticos en estos momento fueron significativos. El énfasis estaba en la normalización y centralización. Entre los años 813 y 17 se adoptó una regla Benedictina rectificada para todo el Imperio Carolingio. Otro Benedicto, un monje de Borgoña, fue responsable de un régimen ultra estricto. El sucesor de Carlomagno, Luis el Piadoso, nombró a Benedicto el supervisor de todos los monasterios del reino, y unos años más tarde su regla Benedictino rectificada se hizo obligatoria para todos los monasterios. Lamentablemente, con poco efecto a largo plazo.

Cuando Luis reemplazo a Carlomagno, el Papa fue capaz de recuperar su independencia, después de una larga dominación por el Emperador. La teocracia imperial del reinado de Carlomagno había dado lugar a una “iglesia del Estado” como ya existíendo en el Este. Pero el papado hizo hincapié en la superioridad del poder espiritual sobre lo secular. Este se vio reforzado por la falsa Donación de Constantino con su énfasis en la preeminencia papal en el gobierno del Imperio, y no sólo en la Iglesia.

A mediados del siglo 9, los sacerdotes de Rheims produjeron otra notable falsificación, los Falsas Decretales. Logrados con gran ingenio, los Decretales fueron diseñados para proporcionar una base en la ley que protegiera los derechos de los obispos. Incluyeron la falsa Donación de Constantino y se convirtieron en una parte central del canon del derecho medieval. Afianzó las reivindicaciones papales de supremacía en los asuntos eclesiásticos sobre la autoridad secular. El primer Papa en hacer uso de las Falsas Decretales fue Nicolás I. Reconoció el peligro de una Iglesia dominada por gobernantes civiles y estaba determinado de evitar esto subrayando que el gobierno de la iglesia se centraba en Roma, no en Constantinopla, y ciertamente no en alguna ciudad menor como Milán o Rávena.

Desde finales del siglo 9 hasta mediados del siglo 11, la Cristiandad Occidental estuvo acosada por una serie de grandes desafíos que dejaron a la región vulnerable. El Imperio Carolingio se fragmento, sin dejar un gran poder militar para defender Europa Occidental. Los ataques de los musulmanes en el sur, una nueva ola de ataques de los Magiares en el Oriente, y las incesantes incursiones de los Nórdicos por todo el Imperio convirtieron los fragmentos del imperio en astillas. Un contemporáneo lamentó: “¡Una vez tuvimos un rey, ahora tenemos reyezuelos!” Para muchos europeos occidentales, parecía que el fin del mundo estaba cerca.

Los papas ya no tenían gobernantes Carolingios como protectores. Así que el papado se involucró cada vez más en las luchas de poder entre la nobleza para el gobierno de Italia. Los Papas se convirtieron en partidarios de una facción política u otra; a veces voluntariamente, otras veces forzados. Pero el resultado acumulativo fue un declive espiritual y moral. Por ejemplo, el Papa Esteban VI tomó venganza contra el Papa anterior al tener su cuerpo desenterrado y llevado ante un sínodo, donde fue apoyado en una silla para ser juzgado. Tras la condena, el cuerpo fue arrojado al río Tíber. Luego, en el mismo año el propio Esteban fue derrocado. Fue estrangulado mientras estaba en prisión.

Hubo un casi completo fallo de orden civil en Europa durante el siglo 10 y las propiedades de la Iglesia fueron saqueadas por los invasores o cayeron en manos de la nobleza. Los nobles trataban a las iglesias y monasterios como su propiedad privada para hacer o deshacer cuando lo que deseaban. El clero se volvió indiferente a su deber. Su analfabetismo y inmoralidad crecieron.

El siglo 10 fue una auténtica era oscura, al menos en lo que respecta a la condición de la Iglesia. Sin protección imperial, los papas se convirtieron en juguetes indefensos para la nobleza, que lucharon por tener el control al nombrar a sus parientes y favoritos políticos a posiciones de poder. En una crónica del obispo Alemán de Cremona pinta una imagen gráfica del libertinaje sexual en la Iglesia.

Aunque hubo papas incompetentes y inmorales durante este tiempo, continuaron siendo respetados en todo el Occidente. Los Obispados y las Abadias fueron fundados por laicos después de que obtuvian la aprobación de la corte papal. Las peregrinaciones a Roma no disminuyeron durante esta época, ya que los cristianos visitaban los lugares sagrados del Occidente; es decir, las tumbas de Pedro y Pablo, así como una serie de otras reliquias veneradas allí.

En el punto más bajo del siglo 10, durante el reinado del Papa Juan XII, del año 955-64, un cambio importante en la política Italiana afectó al papado. Surgió una monarquía Alemana independiente y capaz. Esta dinastía Sajona comenzó con la elección de Enrique I y continuó con su hijo, Otto I, alias Otto el Grande.

Otto desarrolló una estrecha relación con la Iglesia en Alemania. Obispos y abades recibieron los derechos y el honor de la alta nobleza. La iglesia recibió enormes extensiones de tierra. A través de esta alianza con la Iglesia, Otto tenía como objetivo controlar a los nobles rebeldes de su reino.

Pero la nueva aristocracia espiritual creada por Otto no era hereditaria. Los obispos y los abades no podían “transmitir” sus privilegios a sus sucesores. El Rey le concedia el favor a quien eligiera. Por lo tanto, podría contar con su lealtad con más facilidad. De hecho, los obispos alemanes contribuyeron con dinero y armas para ayudar a los Reyes Alemanes a expandirse hacia Italia, lo que ahora son las regiones de Alemania Oriental y Polonia.

Otto ayudó a sacar el papado del fango de la política Italiana. Su entrada en los asuntos Italianos fue una decisión crucial. Marchó hacia el sur hacia Italia para casarse con Adelaida de Borgoña y declararse Rey de los Lombardos. Diez años más tarde, volvió a marchar hacia el sur por invitación del Papa Juan XII. En febrero del año 962, el Papa intentó una renovación del Sacro Imperio Romano Germánico al coronar a Otto y Adelaida en San Pedro. Pero el precio que pago el Papa por el apoyo de Otto fue otra ronda de interferencia en los asuntos de la Iglesia.

Durante los siguientes 300 años, cada nuevo monarca Alemán siguió su elección haciendo una marcha a Roma para ser coronado como Emperador. Pero en este punto, no fueron tanto los Papas los que hicieron a los Emperadores como los Emperadores los que hicieron a los Papas. Y cuando un Papa caia en el lado malo del gobernante, era convenientemente etiquetado como ‘anti-Papa’ y depuesto, para ser reemplazado por el siguiente tipo. Era la era de las sillas musicales en Roma; quien agarraba la silla papal cuando la música se detenia se sentaba. Pero cuando el Emperador ordena a la banda que vuelva a tocar, quien esté en la silla tiene que ponerse de pie y el juego comienza de nuevo. Para que no pienses que estoy exagerando el caso, en el año 963 Otto regresó a Roma, convocó un sínodo que encontró al Papa Juan culpable de una lista de crímenes sórdidos y lo depuso. En su lugar, eligieron a un laico, que recibió todas sus órdenes eclesiásticas en un solo día para convertirse en el Papa León VIII. Se las arregló para sentarse en la silla del Papa menos de un año antes de que la música comenzara de nuevo.