Este episodio de CS se titula “El Baile de los Caídos

En el cuarto episodio titulado “Mártires“, examinamos la persecución que los Cristianos enfrentaron a manos de las autoridades Romanas. Observamos que la persecución, mientras que a veces fue feroz, no fue una larga campaña de terror que duró un par de siglos. Solía ser espontanea y regional, basado en el capricho del emperador actual, impuesta en forma irregular por parte de los gobernadores que podían estar de acuerdo o en desacuerdo con la política oficial de la lejana Roma. Hubo un par de temporadas en que todo el Imperio sufrió de la persecución en el 3º siglo, que resultaron ser los más intensos.

Después de que Trajano intento una táctica mas ecuánime para abordar el problema de los Cristianos en el principio del 2º siglo, 2 Emperadores siguieron con una campaña de persecución más rigurosa y implementaron su aplicación hasta las fronteras del Imperio. A mediados y finales del 3º siglo, Decio y Diocleciano consideraban al Cristianismo como una amenaza peligrosa. Sus razones para oponerse a la Fe fueron varias pero su preocupación mas grande era que el Cristianismo iba a debilitar al ejército, que ellos necesitaban desesperadamente para proteger las fronteras que estaban siendo acosadas por los bárbaros. Además, los seguidores fieles de los antiguos dioses paganos alegaban que ellos había guiado a Roma a la grandeza y ahora estaban enojados porque muchos de sus devotos seguidores se habían convertido a la nueva Fe. Advirtieron que se acercaba un desastre; y la única forma para calmar  la ira de los dioses era  apaciguarlos con la sangre de los Cristianos.

Hacia este fin, algunos emperadores renovaron una vieja práctica: la Adoración al Emperador. Los detalles de esta práctica variaron con el tiempo y el lugar, pero la rutina básica fue esta . . .

Una vez cada ciertos años, los residentes de una ciudad tenían que aparecer en la plaza pública, donde subían a una plataforma elevada, tomaban una pizca de incienso, la dejaban caer sobre unos carbones encendidos y decían, “César es el Señor.” Las palabras exactas del juramento variaban dependiendo de quién estaba sentado en el trono. Pero el propósito era en honrar al Emperador Romano como una deidad aunque fuera el menor de las deidades en el panteón pagano. Mientras que los paganos que ya reconocían una cantidad de dioses, no tenía ningún problema al añadir uno más a la lista. Los Cristianos poseían una feroz aversión a confesar a nadie más que Jesucristo como Señor. Ellos simplemente no podían hacerlo. Cuando el pagano dejaba la tarima poco después de pasar por este rito, le fue dado una libelli – un certificado que demostraba su lealtad. El guardaba ese certificado como prueba de lealtad, enseñándolo cada vez que una autoridad le pedía mostrar su conformidad con el decreto de Roma. De esta manera, los Cristianos fueron marcados; no tenían libelli.

Ahora, como pueden imaginarse, este reto para la iglesia llevó grandes martirios, especialmente en el Norte de África, donde el Cristianismo florecía. Pero también dio lugar a una de las mayores controversias que la iglesia estaba por enfrentar.

Algunos Cristianos, bajo la amenaza de muerte, cedieron a la presión, quemaron el incienso y proclamaron su lealtad al César. Tomaron su libelli y siguieron su vida. Una vez que el Emperador Decio ya no estaba y la persecución fue aliviada, estos caídos arrepentidos de su debilidad quisieron regresar y pidieron readmisión a la Iglesia. El desafío para los líderes de la iglesia fue = Que vamos a  hacer con estos miembros “Lapsi” , como eran llamados?

Algunos defendieron su readmisión a la congregación, mientras esperaban una revisión de su caso específico por los ancianos locales. Otros, dirigidos por un líder de la iglesia llamado Novaciano, argumentó enérgicamente por su exclusión. Para Novaciano y sus seguidores, no había lugar para ningún tipo de negociación. El lapsi debía ser excluido de la congregación. La controversia entre los Novacianismo y la mayoría de las iglesias que en este tiempo habían puesto a la iglesia en Roma como su sede oficial, se hizo tan grande, que parecía que sólo había una forma de solucionarla. Los Novacianos fueron declarados herejes por la mayoría y colocados fuera de la comunión de los Santos.

La polémica Novaciana estalló de nuevo después de la última gran persecución bajo el emperador Diocleciano. Esta vez fue bajo el nombre de Donatismo.

Durante la persecución de Diocleciano, para evitar convertirse en mártires, algunos líderes de la Iglesia no sólo se sometieron a la adoración de César, también entregaron textos sagrados a autoridades imperiales y, vergonzosamente los guiaron a otros creyentes. Estos lideres lapsi fueron llamados “traditores” que significa, los que se rindieron. Uno de estos fue traditores fue Caeciliano, también conocido como Cipriano. Cipriano no había caído y adorado a César, pero si se escondió cuando el edicto llegó a Cartago, donde el era obispo. Sus críticos decían que él no era mejor que aquellos que cayeron por el abandono de su puesto. Cuando la persecución fue levantada, quiso regresar a su cargo. La Iglesia de Cartago era la iglesia principal de todo el Norte de África, una región con una gran población de cristianos. La tendencias Novacianistas – de la generación anterior eran más fuertes en esta región y fueron renovadas en este momento, desencadenadas por la re-instalación de Cipriano. Los que se negaron a aceptarlo, seleccionaron a su propio líder un anciano llamado Majorinus, quien pusieron como rival para el obispo Cipriano. Majorinus murió poco después de ser consagrado. Fue reemplazado por Donatus Magnus quien abogó por el misma camino de rechazar a los traditores del liderazgo de la iglesia.

La controversia Donatista es importante porque lo que estaba en juego era la concepción Cristiana del perdón y la reconciliación. Era el acto de decir “César es el Señor”, mientras que la quemaban incienso a la imagen del Emperador un acto de idolatría que marcaba a uno como apóstata? Y fue este acto bajo amenaza de muerte algo por lo cual no había arrepentimiento?

Algunos decían que la traición de los creyentes lapsi era una renuncia de Cristo que les condenaba al infierno. Otros decían que mientras algunos creyentes se convirtieron en mártires y su fe era ejemplar, había quienes ante la amenaza de muerte no podían ser considerados responsables y podían volver a ser admitidos en la iglesia, si mostraban suficiente arrepentimiento. Pero esos creyentes no podían servir en ninguna capacidad de liderazgo en la iglesia. Y había algunos  que tenían una vista de la reconciliación de tan amplio alcance, que decían que los pastores que caían podían ser restaurados a sus posiciones.

Lo que surgió en el transcurso de este debate fue la importancia del bautismo.

En el Libro de los Hechos, el bautismo parece haber sido utilizado por los Apóstoles como el medio por el cual los creyentes identifican su fe en Cristo y su participación en la Comunidad de Fe. En el día de Pentecostés, Pedro exhortó a los nuevos conversos a ser bautizado inmediatamente. Felipe llevó al eunuco Etíope inmediatamente al bautismo. El bautismo en el momento de la conversión parece ser el patrón de NT y la práctica de la Iglesia apostólica.

Pero en algún punto, los líderes de la iglesia comenzaron a retrasar al bautismo, llamando a los convertidos a tener un tiempo de aprendizaje antes de ser oficialmente acogidos por la iglesia. La razón de este retraso es incierto, pero pudo haber llegado como resultado de ver que algunas supuestas conversiones no seguían adelante con su compromiso. Caían lejos después de un corto tiempo. Al retrasar al bautismo y añadiendo un período de instrucción, le daba al convertido un tiempo para probar la autenticidad de su conversión.

Mientras que la conversión era una obra del Espíritu en el corazón humano, el bautismo era visto como la manera en que alguien hacia una profesión pública de su fe y eran introducidos en la Comunidad de Cristo. Así que el bautismo se convirtió en una especie de línea definitiva de delineación. Se pensaba que si alguien renunciaba a Cristo después de ser bautizado, eran apóstatas a quienes el arrepentimiento ahora era imposible.

Y como hemos visto antes, las diferentes regiones entendían esto de manera diferente. Algunos sostuvieron que para ser apóstata significaba que la persona ha perdido la salvación y estaba destinado a ir al infierno. Otro sostenían que un aparente-apóstata era capaz de arrepentirse y volver a la gracia. pero su renuncia al Señor significaba que estarían excluidos para siempre de la congregación. Así, podían tener la salvación, pero fueron impedidos de asistir a la iglesia y tomar la comunión.

Otros decían que si alguien se arrepentía de lo que antes parecía ser una renuncia de Cristo, era evidencia que no eran realmente apóstatas porque si lo fueran no se hubieran arrepentido. Por lo tanto, el arrepentimiento y la manifestación de un deseo de volver a la gracia de Dios eran pruebas de la salvación y por esa razón el arrepentido debería ser readmitidos a la comunión.

Entonces → el momento del bautismo se convirtió en un gran problema cuando estalló la persecución con la amenaza al martirio. El bautismo fue retrasado aún más de lo que había sido por causa de esa línea que no querían cruzar. Si un Cristiano caía durante la persecución y tomaba un libelli antes de que había sido bautizado, regresar a la comunión sería más fácil. Pero si él/ella cayo después del bautismo, el regresar era más difícil, especialmente entre grupos como el Novacianos y Donatistas.

Como veremos más adelante, esta cuestión de la fecha de bautismo se extendido aun más allá del tiempo de las persecuciones imperiales. Cuando la Iglesia comenzó a investir a ciertos pecados con mayor peso moral y consecuencia, muchos mas retrasaron al bautismo para no cometer un grave pecado después del bautismo y por lo tanto incurrir una mayor sentencia.

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Por ahora, volvamos a la controversia Donatista. Donatus y sus seguidores sostuvieron que los pastores y ancianos que habían caído durante la persecución de Diocleciano se cerrara la puerta para siempre de ser líderes de la Iglesia. Tal vez podrían ser restaurado a la comunión, pero ser un líder en la Iglesia estaba fuera de cuestión. La opinión mayoritaria era que los dirigentes lapsi podían ser restaurados. Como se pueden imaginar, el debate fue feroz. Muchas ciudades fueron divididas entre congregaciones Donatistas y las no Donatistas. Los donatistas eran especialmente fuertes en el norte de África, mientras que la Iglesia de Roma tomo y dirigió el punto de vista no-Donatistas que prevalecía en Europa.

La Controversia continuó durante unos cien años y se convirtió en uno de los temas más polémicos que la Iglesia tuvo que afrontar durante el 3º y 4º siglo.

 

Lo que hizo a la controversia Donatista un tema tan polémico fue la gran admiración que los creyentes tenían por los mártires que habían mantenido su fe y la confesión de Cristo, aun cuando les costo sus vidas. La pregunta era, ¿cómo podían tenerlos en tan alta estima cuando quienes cayeron podrían ser tan fácilmente restaurados a la Comunión? Eran, en efecto, los mártires tontos en desechar sus vidas cuando un poco de negociación y capitulación los podría haber salvado?

No, el martirio era un bautismo de sangre considerada la mayor gloria que un creyente podía alcanzar. Un registro cuidadoso de los mártires se conservaba; los días de su martirio se celebraba cada año. Y con cada celebración, sus historias crecían. Sus defectos fueron editadas y su reputación adornado hasta que tomo una calidad de súper héroe de la fe. Los mártires fueron rápidamente transformándose en “santos” – súper-héroes de la Primera Iglesia.

La idea comenzó a desarrollarse en el norte de África, donde había habido tantos martirios notables, que su valor excepcional había logrado una especie de gracia especial de Dios que podía utilizarse para otros fines, como, ¿qué? Bien, ¿qué si se utilizaba para perdonar los pecados de los demás? Pecados como aquellos que habían caído, los lapsi. Sí, eso es. La justicia de los mártires que habían muerto en lugar de retractarse, fue tan grande, que hizo una reserva de gracia para quienes habían evitado el martirio y ahora podían tomar de esa gracia! Qué conveniente.

Algunos obispos pensaron que esto era una gran idea. Otros se opusieron, pero deseando encontrar un punto medio por el cual los caídos podían ser devueltos a la comunión, presentaron diversos medios y formas de penitencia, mediante la cual podía demostrar el lapsi arrepentido la sinceridad de su deseo de volver al redil.

Cipriano, obispo de Cartago, mencionado antes, ideó un sistema para permitir a los caídos el reconciliarse con la Iglesia. El decía que el simple arrepentimiento era suficiente para aquellos que habían sacrificado al Emperador después de tortura grave. Pero aquellos que habían cedido a la mera sugerencia de dolor tenían que someterse a una penitencia de castigos. Su plan ganó aprobación general y la iglesia creó un sistema de penitencia según la gravedad de la culpabilidad de cayeron. Los Obispos se reunieron con los lapsi arrepentidos y prescribían su penitencia como médicos espirituales dispensando medicamentos. Al final del tiempo y cuando el penitente termino con éxito a través de los pasos prescritos, él o ella se le permitió regresar a la comunión y lo que es más importante, para participar de la mesa del Señor.

Mientras que este sistema de penitencia fue propuesto y instalado en diversos lugares, otras regiones lo rechazaron como contrario al carácter de la gracia encontrada en el NT. Y mientras estas practicas entraron en desuso general cuando la persecución oficial terminó en el 4º siglo, el fundamento doctrinal fue establecido para el futuro sistema de penitencia y la Tesorería de Mérito que sería practicada bajo el título de las Indulgencias.

Pero todo eso es para un episodio mucho más tarde . . .

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