El Episodio de esta semana se llama “Salen las Navajas.”

El Concilio de Nicea trato más que solamente la controversia Arriana sobre cómo entender la naturaleza de Cristo. Los 300 obispos reunidos en Nicea determinaron también una lista  de dictámenes sobre cuestiones de la vida diaria de la Iglesia que habían sido objeto de discusión durante años. Entre ellos, el principal, fue la fijación de la fecha para la celebración anual de la Resurrección de Cristo. Asimismo, establecieron diversas normas para la organización de la Iglesia y el ministerio de los diáconos y sacerdotes.

La iglesia estaba creciendo con más congregaciones formándose, y la necesidad de algún tipo de organización se hizo evidente. Para fines administrativos, el mundo de la iglesia- fue dividido en provincias con centros en Roma en el Oeste y en el Este, cuatro sedes; Alejandría, Antioquía, Jerusalén y Constantinopla. Puede parecer extraño para nosotros hoy en día que sólo había 1 iglesia en el Centro Occidental, mientras que en el Este había 4. ¿Por qué había tantas? La respuesta se encuentra que en el Este la Iglesia tuvo su mayor alcance y crecimiento.

Los Obispos en estas 5 iglesias fueron dadas la supervisión de sus regiones circundantes. Esto avivó una gran rivalidad entre Alejandría y Antioquía, la segunda y la tercera ciudades más grandes en el Imperio después de Roma. Estas 2 ciudades competían entre sí por el liderazgo de todo el Oriente. La rivalidad se hizo más compleja cuando la Iglesia de Constantinopla, la nueva capital del Imperio Oriental, fue añadida a la mezcla. El concurso entre ellos en el principio tuvo lugar principalmente en el ámbito de debates teológicos, pero más tarde se convirtió mas siniestro cuando la posición eclesiástica igualaba al poder y la riqueza.

Pero la asombrosa unión de los Obispos en el Concilio de Nicea parecía proclamar el amanecer de una era de paz y de tranquilidad para la Iglesia y el Imperio. Pero esto no iba a pasar tan facilmente. Mientras que los Obispos coincidían en la palabra “homo-ousias” para describir a Jesús, siendo una sustancia con el Padre, muchos Obispos, posiblemente incluso más, al dejar el concilio de Nicea, sintieron la presión del Emperador Constantino cuando les obligo a tomar una posición con la cual no estaban contentos. Después de Nicea, muchos de ellos lamentaron haber cedido y resintieron su presión para solucionar el problema.

No quiero ponerme demasiado técnico aquí, pero eso es precisamente lo que esto era; una cuestión muy técnica de análisis de palabras, tratando de encontrar una expresión exacta de su convicción acerca de la humanidad y deidad de Cristo. No es que los obispos no creen que Jesús fue nada menos que Dios. Es sólo que la palabra utilizada en el Credo de Nicea, “homo-ousias’, no capturaraba lo que ellos pensaban que la verdad de la era deidad de Jesús. Muchos de los obispos estaban incómodos con esa palabra porque los Gnósticos habían usado esa palabra para describir sus creencias acerca de Jesús unas pocas décadas antes.

No mucho después de que el Consejo de Nicea, muchos de los que respaldaron y firmaron el Credo se empezaron a alejar de él. Empezaron a ofrecer varios credos alternos, algunos cercanos a la versión de Nicea y otras muy diferentes de ella. Ninguno de ellos usaba la palabra “homo-ousias.’

Fue en el Oriente donde hubo la mayor agitación teológica. Después de Constantino, varios de los Emperadores fueron decididamente hostiles a la posición de Nicea. Unos pocos fueron abiertamente amables con el Arrianismo que Nicea debía haber enterrado.

Como vimos la última vez, aunque la iglesia de Alejandría era una de las iglesias principales en el Oriente, su Obispo Atanasio fue el único que lucho por el Credo de Nicea en el Oriente. Aunque Constantino había patrocinado y apoyado a Nicea, aplicando sus términos con el uso de la autoridad civil, su deseo de unificar el Imperio y la Iglesia le movió a presionar a los obispos a re-instalar a Ario y sus seguidores; no como dirigentes, sino simplemente como miembros de la iglesia. Cuando Atanasio y otros Obispos pro-Nicea se negaron, Constantino los castigo con el destierro. Entonces, después de una temporada, cambiaba su opinión y les permitía regresar. Pero cuando esos mismos dirigentes Eclesiásticos de nuevo resultaron tener demasiados principios cuando Constantino quería aprobar alguna otra proclamación, los desterraba nuevamente. Los sucesores de Constantino siguieron su ejemplo.

Por razones que se relacionan más a la política que a preocupaciones doctrinales, medio siglo después del Concilio de Nicea, vio la iglesia Oriental efectivamente tomado por los Arrianos. El Obispo Pro-Ario de Nicomedia, Eusebio (no el famoso historiador de la iglesia) fue autorizado a regresar a su puesto después de 2 años de exilio. Él inmediatamente se propuso de deshacer Nicea. Persuadió a Constantino para regresar a Ario del exilio y cuando el hereje compareció ante el emperador, confesó una Declaración de Fe que parecía alinearse con la Ortodoxia de Nicea, pero fue en realidad sólo una ingeniosa pieza de gimnasia verbal que engaño al Emperador. Atanasio no fue engañado y se negó a afirmar a Ario como miembro de buena reputación. Así que Eusebio y sus seguidores conspiraron para deshacerse de él. Un consejo de Obispos Orientales fue llamado en el año 335 d.C. en mientras estaban en camino a Jerusalén para celebrar la dedicación de la Iglesia del Santo Sepulcro que Constantino había apenas construido. En Tiro, los Obispos condenaron a Atanasio como culpable de conducta inapropiada para un Obispo. Esto fue trágicamente cómico, porque Atanasio era uno de los Obispos mas piadosos que podías encontrar. Lo que Eusebio y sus seguidores querían decir era que la conducta correcta para un Obispo era estar de acuerdo con ellos, “Porque, simplemente porque si. Dejar de ser polémico o que te acusaremos con conducta inapropiada de un Obispo!” Atanasio reconoció la emboscada y fue al emperador para abogar por su caso. Eusebio lo siguió y advirtió a Constantino que había escuchado a Atanasio amenazado de convocar una huelga de los trabajadores portuarios Alejandrinos que cargaban el grano en los barcos que alimentaban tanto a Constantinopla y a Roma. Sin la cosecha de Egipto, las ciudades se pasan una terrible hambre y se producirían terribles disturbios. Eusebio sabia que la acusación era ridícula pero él sabía que el Emperador no podía correr el riesgo que fuera verdadero. Constantino se vio obligado a exiliar a Atanasio a Trier en Germania.

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Si usted es un subscriptor de CS, ya saben que a veces hablamos rápidamente de años, incluso décadas de la Historia de la Iglesia con un sólo breve resumen. Otras veces nos frenamos y nos profundizamos en el tema. La razón de esto es porque hay momentos, temporadas, incluso épocas, donde tendencias se desarrollan, movimientos nacen que tienen un impacto en eventos que afectan el curso de los años siguientes. Hemos frenado un poco para centrarnos en los años después de Nicea porque son ilustrativas de que tan destructiva ha sido la infiltración del poder político para la Iglesia. Sólo 20 años después de la conversión de Constantino y el edicto de Milán, los líderes de la iglesia ya estaban haciendo uso de su autoridad, no como guías espirituales para bendecir a los que Dios había encomendado a su cargo, pero para acumular más poder e influencia en el ámbito civil y político. Un hombre como Atanasio, cuya única preocupación era glorificar a Dios y cumplir fielmente con su función como pastor, demostró no ser rival para la astucia política de alguien como Eusebio quien usaba su cargo como Obispo para tener la atención del Emperador y asegurar la autoridad civil para imponer su voluntad. Mientras que la Iglesia perseguida se alegró de que el Emperador era finalmente uno de ellos, no podían prever que la fusión de Iglesia y Estado traería un nuevo conjunto de problemas que convertiría a sus dirigentes en competidores enfocados en el poder. Mientras que muchos Obispos resistieron la tentación del poder político y permanecieron fieles a su tarea espiritual, muchos otros fueron seducidos y se hundieron en el gran juego de la política Eclesiástica. Las maquinaciones y contiendas entre Eusebio y Atanasio probablemente no habrían ocurrido durante las persecuciones de las décadas anteriores. Pero cuando la autoridad civil fue cedida a los dirigentes de la Iglesia, las dagas doctrinales salieron y la Teología se convirtió en una excusa detrás de la cual ellos podrían tramar cómo ganar ventaja política.

El historiador Eusebio, no el villano que atacó a Atanasio, pero el que escribió la primera crónica de la Historia de la Iglesia, ayudó a quitar las líneas entre la iglesia y el estado. Después de trazar el rumbo de la Iglesia desde los Apóstoles a Constantino en su libro de Historia Eclesiástica, Eusebio presento a Constantino como mucho más que un gobernante predispuestos hacia la fe. Oh no – Eusebio designo a Constantino como mucho más que eso. Él era el agente de Dios; ordenado por Dios para proporcionar liderazgo tanto para la Iglesia y el Imperio.

Eusebio decía que así como la Iglesia era una manifestación del Reino de Dios en la tierra, para establecer en la regla en los asuntos espirituales, de la misma manera el Imperio bajo Constantino era una manifestación del Reino de Dios en la tierra para ser la regla en asuntos civiles. Dios usaría a los dos para llevar a cabo su plan de redención. Y como Dios reinaba en el cielo, Constantino reinaba en la tierra. No era un dios, como algunos de los primeros Emperadores habían clamado, pero él era, Eusebio razonada, el agente exclusivo de Dios para administrar su reino sobre la tierra.

Estas ideas de la monarquía y la realeza que Eusebio promovió del Emperador fue bien recibido en el Oriente, donde los monarcas siempre han sido estimados como semi-divinos. Pero la histórica aversión de Roma a reyes, y su reacción alérgica a la monarquía, significaba que cuando Eusebio promovió a Constantino no fue bien tomado en el Oeste. Este otro factor causo que Constantino se quedara mas en el Este. La promoción de Eusebio de Constantino como líder de Iglesia y del Estado establece los cimientos para la aparición de un hombre en quien la Iglesia buscaría ese liderazgo. Si no el Emperador, otro líder dinámico de la iglesia, un obispo de obispos.

Cuando Constantino murió en 337 d.C., el Imperio se dividió entre sus tres hijos, quienes se alinearon detrás de una postura pro- o anti-Nicea. Finalmente uno de ellos, el Pro-Ario Constancio, tomo la autoridad absoluta. Pero inmediatamente después de la muerte de Constantino, muchos líderes de la iglesia fueron autorizados a regresar a sus hogares desde el exilio, incluso Atanasio. Su enemigo, el pro-arriano Eusebio se mudo de Nicomedia a la capital en Constantinopla donde convenció a Constancio a desterrarlo una vez más. Atanasio sabía que Eusebio era movido por mera voluntad política y fue → a Roma para exponer su caso.

En 340 d.C. un Consejo de Obispos Occidentales fue convocado y la excomunión de Atanasio fue anulada y se reafirmó la posición doctrinal del Credo de Nicea. Esto fue un guante arrojado al suelo ante las Iglesias Orientales que ahora se inclinaban decididamente hacia el Arrianismo. Contaban con el Emperador como principal defensor y promotor. Los Obispos Orientales se hicieron una pregunta crucial; que se volvería central en las décadas que siguieron. Fue esta: que le daba a Roma el derecho de revocar sus decisiones? Después de todo, Atanasio era un Obispo de Alejandría, una ciudad Oriental. Él era su problema, no el de Roma. Entonces, ¿cómo el Occidente pensar que podría meterse en asuntos Orientales? Y además, ¿Quiere Roma realmente meterse con el Emperador? Él es, después de todo, uno de los nuestros.”

Al año siguiente, 341 d.C., los Obispos Orientales convocaron su propio consejo en Antioquía para ir en contra de Roma. Curiosamente, cuando se sentaron a establecer una posición oficial sobre el Arrianismo, se dieron cuenta que no podía ser apoyado y terminaron repudiándolo. Los debates manifestaron que no eran Pro-Ario tanto como insatisfechos con la forma en que la Deidad de Cristo había sido expresada en Nicea. Una manera que entenderlo es imaginarnos a los miembros de una familia, pensando en comer “Pescado… No he tenido el “pescado” durante mucho tiempo. Yo debería comer un buen pescado.” Pero luego cuando todos terminan hablando acerca de dónde quieren ir a cenar el sábado por la noche, están de acuerdo en lo que realmente quieren es un buen corte de carne. Eusebio era claramente pro-arriano y tenia el oído del Emperador. Pero cuando los demás Obispos Orientales se reunieron, se dieron cuenta que realmente no deseaban su Arrianismo que olía a pescado. Lo que querían era el Corte de Carne que habían buscado servir con el Credo de Nicea pero por la prisa de Constantino acabaron con una hamburguesa barata. De modo que el Consejo de Antioquía del 341 d.C. repudió el Arrianismo. Pero no le iban a agradecer a Roma la intromisión en sus asuntos y se rehusaron a dar marcha atrás al exilio de Atanasio. Por último, el Consejo de Antioquía falló en que eran incapaces de ofrecer una declaración del Credo mejorado o con resolviendo los problemas del Credo de Nicea. Sus esfuerzos terminaron sólo agregando a la confusión acerca de lo que creían los Cristianos acerca de Jesús.

A petición de su hermano Constans, Constancio llamó a un consejo de Obispos Orientales y Occidentales en Sárdica en lo que es Bulgaria moderna apenas un año después de Antioquía. Este Consejo no logró nada nuevo, lo único que hizo fue dividir aún más al Este del Oeste. Aunque se produjo una calma temporal, la fractura entre las dos mitades del Imperio que se reveló en Sárdica sólo se hizo más pronunciada en las décadas que siguieron. Nunca fue sanada.

Atanasio volvió otra vez a Alejandría, pero sólo para ser desterrado unos años más tarde cuando Constancio tomó el control del Imperio Occidental de su hermano. Entonces Constancio permitió a sus amigos Arrianos dictar las políticas en Occidente como lo habían hecho en el Oriente. Los Obispos de Nicea fueron sustituidos por los Arrianos. Atanasio fue condenado y desterrado nuevamente. Tienes que sentir un poco de tristeza por este pobre chico que sólo quería tomar cuidado de su iglesia, al no poder sentarse con los brazos cruzados y ver a hombres corruptos llevar una guerra en contra de la Verdad para obtener ventajas políticas.

Cuando Constancio entró a los últimos años de su reinado, forzó un par más de consejos para adoptar la palabra “homoi-ousias” respaldada por Ario para describir a Jesús como siendo de sustancia similar con el Padre en lugar de la formulación de Nicea de “homo-ousias” – UNA y la misma sustancia que el Padre. Y de nuevo, como en Nicea, esta terminología fue forzada sobre los Obispos. Como sucedió después de Nicea, se fueron del consejos resentidos a ser obligados a aceptar una doctrina que no podían apoyar. El efecto fue el opuesto exacto de lo que Constancio y su sacerdote Arriano Eusebio querían. Los Obispos se regresaron al Credo de Nicea. “Homo-ousias” podría no ser precisamente la forma en que se describía mejor la deidad de Jesús, pero era mejor que el requerido reciente de “homoi-ousias” y tendría que ser suficiente hasta que alguien podría encontrar una mejor de decirlo.

Una mejor formulación de la deidad de Cristo vino gracias a los 3 Obispos que asumieron el estándar de Nicea después de que Atanasio murió. Vamos a conocerlos en el próximo episodio.

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