Este episodio de CS se titula “Agustín – Parte 2“.
Agustín escribió una obra llamada Retracciones en la que enumera los muchos libros y tratados que había escrito. A cada obra se le da un resumen y añaden notas adicionales que muestran el desarrollo de su pensamiento a lo largo del tiempo.
Escribió unos 113 libros y tratados, cerca de 250 cartas, algunas de las cuales son tratados en sí, y 500 sermones.
Aquí hay un resumen de algunos de ellos …
La mejor introducción a los pensamientos de Agustín es su Enquiridión, también conocido como Sobre Fe, Esperanza, y Amor. La sección sobre la fe es una exposición del Credo de los Apóstoles. La esperanza se captura en la Oración del Señor, mientras que el amor es el resumen de los Mandamientos.
Sobre la Enseñanza Cristiana es la teología de las Escrituras de Agustín; lo que enseña, cómo debe ser entendida, y una teología práctica sobre cómo compartirla. Es aquí donde desarrolló el principio fundamental de la analogía de la fe. Establece la regla de que ninguna enseñanza que es contraria al tenor general y a la historia de las Escrituras puede desarrollarse a partir de algún pasaje en particular. La historia de la herejía y las sectas seudó cristianas deja claro que la mayoría de ellas violan esta regla básica de la hermenéutica.
Sobre la Catequiza de los no Instruidos da una forma larga y corta de cómo tratar con los que están investigando la fe.
Agustín, Sobre el Bien del Matrimonio afirma los beneficios del matrimonio como traer hijos al mundo, proteger la fidelidad y en que sirve como la imagen de Cristo y la Iglesia. Aunque, de acuerdo con la sensibilidad de la época, dejó clara la posición superior del celibato.
Poco después de llegar a casa en Tagaste, alrededor del año 389, Agustín escribió lo cuál es probablemente su obra más famosa: Confesiones. La palabra significaba más de lo que normalmente lo hace hoy en día. Sí, habla de su confesión del pecado, pero Agustín también quiso usar la palabra como su profesión de fe y una declaración de la bondad de Dios. Completada en el año 401, en la obra expone todo al descubrir su alma. Describe su vida antes de su conversión, los acontecimientos que condujeron a su conversión, y su camino de regreso al norte de África. Las Confesiones de San Agustín se cuenta como una de las mayores obras autobiográficas de todos los tiempos. Contiene la cita dicha frecuentemente “Nos has hecho para Ti, Oh Dios, y nuestros corazones están inquietos, hasta que encuentren su descanso en Ti” en el primer párrafo. Académicos y estudiantes de literatura antigua se conmuevan por el análisis notablemente sincero y perceptivo de Agustín en su lucha contra el pecado. En un momento nos comparte la lucha que tuvo con la lujuria de esta manera. Grita a los cielos: “Dame la castidad y el santo deseo; Sólo que aún no.”
Después de las Confesiones, la obra más importante de Agustín, y en la que trabajó durante 14 años, es La Ciudad de Dios. Este es sin duda la culminación de la apologética Cristiana Latina y se convirtió en el plano arquitectónico de la Edad Media.
Comenzó como una respuesta al Saqueo de Roma por los Godos en el año 410. Aunque Roma ya no era la capital del Imperio, seguía siendo el símbolo perdurable del mismo. Los paganos protestaron con voces altas que Roma fue saqueada porque los viejos dioses estaban furiosos de haber sido abandonados; arrojados por esa nueva deidad que venia del Medio Oriente llamado Jesús.
Agustín comenzó el trabajo como una respuesta a esa acusación condenable. Se convirtió en una filosofía integral de la historia; una apologética elocuente por lo que llegaría a ser conocida como la Visión Providencial de la Historia.
Agustín postuló 2 ciudades; Uno del mundo, la otra del Cielo. Estas 2 ciudades son el resultado de 2 tipos de amor; el amor de sí mismo y el amor de Dios. Comienza con una parte negativa y una apologética que ataca al paganismo y sus afirmaciones en contra de la Fe. Le sigue una sección que es positiva, y describe la filosofía de la historia según Agustín. Describe el origen, el progreso y la culminación de ambas ciudades. Cuando digo “ciudad” piensan en la sociedad, porque eso es lo que Agustín quiso decir.
Con una descripción como esta, y la mayoría de las otras, puede parecernos que Agustín plantea las 2 ciudades como siempre distintas. Ese no es el caso; más bien, son, al menos como las vemos manifestarse en el mundo, siempre confundidas y mezcladas; sin embargo, siempre en desacuerdo.
En sus obras mas tempranas, Agustín estableció un patrón para la historia como progresando desde …
- Antes de la Ley,
- Bajo la Ley,
- Bajo la Gracia,
- Y en Paz
Estas correspondían también al camino espiritual del creyente individual. Agustín también estableció 7 períodos de la historia basados en las semanas de la Creación. Cinco de ellas cayeron bajo el Antiguo Testamento, una en el nuevo, y la 7ª era el Milenio, que en esta obra anterior describió como viniendo después del regreso de Jesús.
Pero en La Ciudad de Dios, la idea de la historia según Agustín era Amilennial. Puso a los 1000 años de Apocalipsis 20 como simbólicos o de la era de la Iglesia o como el resumen final de la historia. ESE punto de vista reemplazó a la escatología milenaria literal y lo que anteriormente había sido la posición de la Iglesia hasta ese momento. La posición Amilennial se convirtió en la opinión dominante en el cristianismo occidental a través de la Edad Media y más allá.
La Ciudad de Dios es tan noble en su tratamiento de la teología y filosofía que ha seguido como una declaración clásica de los puntos de vista de los cristianos sobre una diversidad de temas impactantes. Agustín trata con temas como violación, aborto y suicidio.
Muchos historiadores consideran a Agustín el pensador cristiano más importante e influyente, desde el apóstol Pablo hasta los Reformadores Lutero y Calvino, que ambos se basaron en gran medida en su obra.
Cuando se convirtió en obispo en Hipona, los Donatistas todavía prosperaban en el Norte de África, y en algunos lugares formaban la mayoría. Agustín apoyó la posición romana contra ellos.
Haciendo repaso, los Donatistas abogaron por una iglesia pura, dirigida por obispos que no habían cedido a la persecución, retractado su fe o entregado las Escrituras para ser quemados, y luego, cuando pasaba la persecución, se les permitió regresar a su puesto. Roma dijo que esos obispos y sacerdotes caídos podrían ser restaurados. Los Donatistas dijeron que NO podían y que cualquier servicio que realizaban no era válido. Los Donatistas estaban profundamente molestos porque el Obispo de Roma dio la bienvenida a estos sacerdotes caídos de nuevo en sus posiciones como líderes.
Agustín argumentó en contra de los Donatistas, diciendo que según la parábola de Jesús del trigo y la cizaña, la Iglesia era una multitud mixta; sosteniendo tanto a los perdidos como a los salvados.
Ahora: Tengo que admitir que estoy en un poco pérdido para ver cómo eso justificaba permitir que los apóstatas recuperan posiciones de liderazgo en la iglesia.
Vamos ponerlo en el contexto de un problema que vemos a veces hoy en día. ¿Debe un pastor que comete adulterio, y es atrapado, no uno que se arrepiente antes de ser sorprendido; ¿deberíamos permitirle volver a su rol de pastor sólo porque rompe con su amante?
Para Agustín, el problema no era tanto que estos sacerdotes y obispos caídos podían volver a sus funciones; era la cuestión de que si su servicio religioso tenía o no alguna eficacia para aquellos que habían atendido; en áreas como la Comunión y el Bautismo.
Agustín difería con los Donatistas en cuanto a la validez de estos bautismos y la comunión servida por sacerdotes caídos. Los Donatistas afirmaban que un apóstata había perdido la autoridad para administrar estos ritos. Agustín dijo que la posición moral y espiritual de un sacerdote no era importante, sólo que él era consciente de que otorgaba la gracia de Dios a los demás al bautizar y servir a la comunión.
Si bien, sin duda muchos de nosotros estaríamos de acuerdo en que no es la excelencia moral del ministro oficiante la que determina el valor de la comunión y el bautismo, lo que seguramente algunos de nuestros oyentes encontrarán difícil es la idea de que una gracia especial es comunicada POR un sacerdote, a través de estos rituales.
Verás, esto nos lleva a una controversia mucho más tarde que surgirá durante la Reforma. ¿Los sacramentos transmiten gracia o su propósito es ser recordatorios que señalan un acontecimiento histórico por el que renovamos nuestra fe? Fíjate que NO dije, son MERAMENTE recordatorios, porque eso va demasiado lejos y tergiversa la posición de los Reformistas radicales, pero ese es un tema para un episodio mucho más tarde.
El argumento de Agustín en este punto sentó las bases de la doctrina de la Iglesia Católica Romana de que un sacerdote ordenado se convierte en el canal de gracia para los miembros de la iglesia. La siguiente parada para ese tren es el Sacramentalismo y el Sacerdotalismo.
El apoyo de Agustín a la iglesia Romana y al Obispo en la controversia Donatista incluyó el uso de la fuerza para reprimir a sus rivales y obligarlos a aceptar la política de la iglesia. En otro ejemplo de su mal uso de las Escrituras citó Lucas 14:23, donde en la parábola del banquete el anfitrión dijo: “Obligarlos a entrar”. Agustín usó esto para justificar obligar a los que se oponían a cumplir. Esto de nuevo parece una aplicación extraña de un pasaje que se explica por sí mismo. Los sirvientes del anfitrión no salieron a las calles y golpearon a la gente; conduciéndolos con látigos hacia el banquete.
Ahora: Reconozco el peso histórico y la importancia asignada a Agustín de Hipona. Fue un intelecto imponente que hizo una importante contribución a la teología Cristiana. No se puede negar eso. Pero hay mucho en su trabajo que parece a algunos, y yo soy uno, que es inconsistente, incluso contradictorio. Por ejemplo, hace un momento mencioné que Agustín desarrolló el principio hermenéutico de la Analogía de la Fe, una regla que destroza el justificar el uso de la fuerza para obligar a seguir la política eclesiástica utilizando Lucas 14:23.
Después de su refutación del Donatismo, Agustín centró su impresionante atención intelectual en la enseñanza de un monje Británico llamado Pelagio. El Pelagianismo era una forma cristianizada de estoicismo Griego. Pelagio dijo que los humanos no son pecadores por naturaleza; que son agentes morales libres que se convierten en pecadores al pecar y que era posible vivir sin pecado aparte del empoderamiento del Espíritu Santo. Pelagio creía que la muerte de Jesús expía pecados, pero que los humanos poseían el poder en sí mismos para vivir vidas santas. La propia experiencia de Agustín con el pecado demostró que Pelagio estaba equivocado y argumentó enérgicamente en contra de sus ideas. Agustín dijo que toda la raza humana estaba en Adán y cuando cayo, todos cayeron con él y el pecado se paso a todos. Los pecadores, argumentó Agustín, no sólo son salvados por la gracia de Dios, son mantenidos por ella y sólo pueden vivir vidas honorables a Dios a través del poder del Espíritu Santo. Enseñó que Dios elige sólo a algunos para ser salvos y otorga esta gracia salvadora a través de la iglesia mediante el bautismo y la comunión.
Este es otro ejemplo de la confusa teología de Agustín. Decía que sólo aquellos que se unían a la iglesia visible recibían gracia, luego se dio la media vuelta y dijo que la salvación es un asunto privado entre Dios y el individuo. Fue la primera idea que puso el fundamento de la Iglesia Romana para ser el único agente de otorgar gracia, y la enseñanza posterior que formó el punto de vista de la Reforma Protestante de salvación. Uno tiene que preguntarse qué pensaba Agustín que era la gracia inmerecida, si unirse a una iglesia, ser bautizado y tomar la comunión la podía adquirir.
Ayudó a desarrollar la doctrina del purgatorio y así hizo hincapié en el valor del bautismo y la comunión como un medio para otorgar gracia en lo cual las falsas doctrinas de la regeneración bautismal y el sacramentalismo fueron resultados lógicos de sus puntos de vista.
Cuando Agustín se acercaba a sus últimos días, los Vándalos que habían saqueado Roma, cruzaron el estrecho de Gibraltar y arrasaron hacia el Este para asediar a Hipona. Dos meses después que empezó el sitio, murió Agustín y un año más tarde, cuando la ciudad finalmente cayó, los Vándalos entraron para encontrar a todos muertos o muertos de hambre. Aunque destruyeron la mayor parte de la ciudad, por respeto al renombrado Agustín, dejaron su iglesia intacta.